¿Pueden los gatos quedarse afuera en invierno?

¿Pueden los gatos quedarse afuera en invierno?

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Invierno, ¡qué hermosa temporada! ¡Los picos nevados, el hogar y las vacaciones de esquí! Una temporada llena de magia y tradiciones que hace de los meses fríos los más evocadores e inolvidables. El invierno también es una oportunidad para lucir tu ropa para combatir el frío, incluidos guantes, gorros y anoraks. Pero nuestros gatos pueden quedarse afuera en invierno? ¿Experimentan las estaciones más duras de la misma manera? Descubrámoslo juntos en este artículo de AnimalPedia.

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Los orígenes del gato y la resistencia al frío

Antes de aventurarse en el fascinante mundo de termorregulación del gato y su resistencia al clima invernal intentamos comprender los orígenes del felino doméstico más querido. Al evaluar el origen de los animales domésticos, solemos partir del momento de su domesticación por el hombre: ese es el momento que marca el inicio de coevolución entre estas dos especies totalmente diferentes pero que, a lo largo de los siglos, han encontrado puntos de encuentro para una agradable convivencia. En el imaginario común, cuando se piensa en la primera evidencia del inicio de la convivencia entre hombre y gato, los primeros pensamientos evocados están poblados por pirámides, sarcófagos y divinidades antropomórficas.

En 3000 a. C. en Egipto, el gato fue venerado como una deidad y sus representaciones nos hacen comprender lo cómoda que era su existencia para la época. Realmente no nos importa estado nobleza del gato en el pasado (y seamos sinceros, un poco lo trajo consigo también en el presente) pero su origen genético que incide en su resistencia a las bajas temperaturas. El antepasado de nuestro gato doméstico está representado por felis lybica (Gato salvaje del norte de África) que con el tiempo ha enriquecido su composición genética al aparearse con otras especies de felinos, como el felis concolor (gato de la jungla) o el gato montés europeo (felis sylvestris). los diferencias anatómicas entre estos ejemplares no es significativo, pero su origen, difusión y adaptación geográfica sí lo es. En el contexto de la evolución genética solemos escuchar dos factores que, interactuando entre sí, influyen en la consolidación de nuevos caracteres y adaptaciones en la especie: el genotipo y el fenotipo. En el primer caso estamos hablando de la herencia genética que, heredada de los padres y catalizada por el sujeto individual, da como resultado el aspecto físico externo: el fenotipo.

Sin embargo, existe otra variable que influye en la lenta evolución de los seres vivos que puede determinar su consagración taxonómica o incluso su extinción: paratipo. Este factor es atribuible a todas las variables ambientales que potencialmente pueden interactuar e influir en la vida de cualquier ser vivo. ¿Has escuchado alguna vez el ejemplo de las jirafas? Bueno, las jirafas solían tener cuellos cortos y comían hojas de pequeños arbustos de poco más de un metro de altura. Un cambio repentino en el ambiente determinó el desarrollo anormal de estas plantas que, lamentablemente, quedaron fuera del alcance del mamífero africano. Algunos ejemplares murieron mientras que otros se adaptaron intentando llegar al menos a las hojas más bajas: de esta forma (a lo largo de las décadas) el esfuerzo en la extensión ha propiciado el alargamiento del cuello de las jirafas convirtiéndolas en lo que todos conocemos hoy.

Este ejemplo explica cómo el medio ambiente afecta la apariencia y funcionalidad de los cuerpos de los seres vivos. Volviendo al gato, evaluamos el desarrollo del pelaje a lo largo de los años siguiendo los cruces descritos anteriormente y la adaptación a los distintos microclimas del mundo. A lo largo de los siglos, los gatos han logrado una técnica de termorregulación refinada que se vuelve capaz de adaptarse a diferentes temperaturas: se han convertido en organismos homeotermos.

¿Pueden los gatos quedarse afuera en invierno?  - Los orígenes del gato y la resistencia al frío

¿Los gatos sufren de frío?

Una homeotermia se define como un sujeto capaz de mantener estable su temperatura a medida que varían las condiciones climáticas externas. Hablamos concretamente de un control térmico dictado en gran parte por el sistema nervioso adaptado al necesario metabolismo basal. Este último es el primer proceso que da como resultado la producción de calor endógeno a expensas del consumo de energía. Es importante subrayar que esta capacidad reguladora se hace efectiva luego de primeras tres semanas de vida, no antes, cuando el gato comienza a estabilizar su temperatura aproximadamente 39 ° C. Si tienes un gato en casa, es posible que hayas notado que en invierno a este último no le gusta mucho salir, sino que prefiere permanecer abrigado y abrigado en casa. Por supuesto, la naturaleza no siempre refleja la fisiología: el nuestro felino doméstico es perfectamente capaz de protegerse del frío.

En primer lugar usar como barrera el cabello (discurso que va más allá del gato sphynx) que protege el cuerpo del animal con sus capacidades de aislamiento térmico. Los gatos implementan diferentes métodos para contrarrestar el frío modificando, adaptando y modulando el pelo y la piel a su gusto: varían instantáneamente la capacidad aislante de su pelo, levantando o bajando el pelo (horripilación o piloerección). Esto hace que los músculos erectores contenidos en el folículo enderecen el pelo del pelaje al contraerlo y atraparlo. capa de aire que es calentado por el cuerpo, asegurando un excelente aislamiento térmico. En resumen, un gato sano, bien alimentado y mínimamente acostumbrado al ambiente externo puede vivir fácilmente en un régimen semi-extensivo (un poco en el interior y un poco en el exterior). Ciertamente Micio prefiere el calor de la chimenea, pero esto no quiere decir que debamos renunciar a ella cuando pensamos en dejarla fuera durante el invierno.

Por supuesto, algunas precauciones son imprescindibles: construir o preparar un refugio contra el clima directo como el viento, la lluvia o la nieve. Hay que decir que sí, los gatos sufren de frio, pero eso no significa que no puedan combatirlo. A veces olvidamos los orígenes y las habilidades de nuestros animales humanizando en extremo sus hábitos. Adorarlos como a los antiguos egipcios elevando su figura a la omnipotencia divina quizás sea exagerado, pero ciertamente no lo es para tratarlos por lo que son: carnívoros domésticos que en la naturaleza sobrevivirían cazando y refugiándose en los meandros de los bosques con tenacidad y elegancia que solo los felinos saben tener.

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