Perro adulto y cachorro gato: las reglas para una buena convivencia
Si llega un gatito a casa, ¿cómo se lo tomará nuestro perro adulto? Aquí están todos los secretos para una buena convivencia sin celos.
Si un perro adulto ha sido el ‘amo’ de la casa, es normal que la llegada de un gato, quizás un cachorro, pueda socavar este equilibrio. Las causas pueden ser muchas, desde los celos hasta la gestión de espacios, pero la convivencia entre perro y gato no es imposible. Con unos simples movimientos será más fácil para los dos hacer amigos, o al menos aprender a «tolerar» la presencia del otro. Aquí se explica cómo colocar gradualmente un cachorro de gato en una casa donde ya vivía un perro adulto.
Perro adulto y cachorro gato: el primer encuentro
La llegada de un cachorro de gato puede ser un trauma para el perro de la casa, que hasta entonces se ha sentido (y con razón) el único animal de la casa, mostrándose en un principio. sospechoso y agresivo con el gato. Aunque el dicho ‘me gustan los gatos y los perros’ es ahora proverbial, no es tan imposible que los dos establezcan una relación de convivencia pacífica. Es desde el primer encuentro que quedará claro si puede surgir una amistad entre los dos: tras la ‘mirada’ los dos tendrán que aprender a conocerse, a descubrirse y es en esta fase en particular donde pueden surgir los primeros celos.
El perro usará su instinto olfativo para conocer al recién llegado, pero para evitar arrebatos de celos es importante sujetarlo por el cuello y llevarlo a oler al cachorro. Mientras tanto, el gato puede quedar libre para vagar por la casa, mientras que el dueño que tiene al perro tendrá que tranquilizarlo con calma y quizás recompensar al ‘anciano’ cuando se muestre paciente y bien dispuesto hacia el pequeño. De hecho, el humano siempre ha mayor influencia en el perro en comparación con el gato, que es más independiente.
No te extrañes si al principio habrá desconfianza y algún malentendido entre los dos animales: el lenguaje del perro es diferente al del gato, pero nada te impide encontrar el equilibrio. Tendrán que aceptarse mutuamente con el tiempo y tal vez llegar a jugar juntos. El perro también podía aceptar la llegada del gatito, considerándolo siempre como el ‘pequeño de la casa’. Ella lo acepta como miembro de la familia pero siempre remarcando una cierta jerarquía: siempre se sentirá el dueño de la casa. Pero si el perro podía asustar al cachorro para que jugara, el gato con su ronroneo también podría molestar a Fido. Sin embargo, hay algunas razas de perros que están más predispuestas a tener relaciones sexuales con gatitos, como el Labrador o el Golden Retriever.
Perro adulto y cachorro gato: las reglas para una feliz convivencia
En primer lugar, el propietario deberá armarse de paciencia y no tener prisa por forzar los sucesos y sentimientos de los dos animales a la casa. Es bueno saber que nunca es fácil para un animal tolerar cambios, ya sea una mudanza con el perro o la llegada de un recién nacido. Por eso es fundamental darle a Fido (o al gatito) el momento adecuado para adaptarse a la nueva condición. Además, el ser humano debe ser capaz de administrar su tiempo para que ninguno de los animales se sienta abandonado, lo que le lleva toda la culpa al otro naturalmente. Partiendo de estas premisas, a continuación se explica cómo gestionar la llegada de un cachorro de gato a casa con otro perro adulto:
- gestión de espacios, en los que ambos pueden moverse libremente sin invadir el territorio del otro;
- la presencia constante del ser humano (al menos por primera vez);
- asignar accesorios y juegos que sean solo de uno u otro;
- Nunca señale a los dos animales el estrés y la tensión que podrían surgir en el ser humano al manejar la situación.
Cada uno de los dos animales debe sentir libre para vagar por la casa dónde y cuándo quiera, simplemente para no sentirse en una jaula y culpar al otro por este tipo de «libertad limitada». Cada uno de los dos debe permitirse la libertad de correr, explorar y disfrutar de las distintas habitaciones de la casa con una limitación: no debe dañar al otro. Solo en este caso será necesaria la intervención del humano quien regañará al perro de manera efectiva y sin ningún tipo de violencia. Cuando estamos en un primer período de ‘inserción’ es necesario que el humano se dedique al manejo de la cosa, con paciencia y buena voluntad. La prisa no le ayuda a él ni a los dos animales a integrarse entre sí y con los espacios. Allí presencia del maestro es necesario tanto como advertencia para asegurarse de que ninguno de los dos animales pueda dañar al otro como para comprobar que ninguno de los dos desencadena una loca ‘destrucción’ de la casa.
Cómo gestionar la llegada del cachorro de gato a casa con un perro adulto
Lo primero que debes hacer es acostumbrar al perro a cambiar: como cuando llevas a Fido a oler la habitación, la cuna y los espacios que acogerán a un recién nacido a su llegada, de la misma forma tendrás que acostumbrarlo a la llegada del gato. Es fundamental poner a prueba la educación del perro que seguro que habremos aprendido a cultivar a lo largo de los años: si no es así, es mejor dedicar un par de semanas para que el perro aprenda a obedecer las órdenes del humano.
Una vez que el gato entra en la casa, nunca lo perdamos de vista, al menos durante los primeros diez días. Solo después de que los dos se hayan ‘resignado’ a la presencia del otro podemos dejarlos en la misma habitación, quizás dividiendo los espacios con barreras transparentes: así verán que el otro siempre está ahí pero sin invadir sus espacios. No hay un momento preciso para determinar cuándo eliminar las barreras, ya que puede llevar algunas semanas o incluso meses. Y en cualquier caso, mantenga siempre al perro con correa, para que sea más fácil agarrarlo si ataca al gato.
Dado que el gato es más pequeño, siempre debe tener la ruta de escape accesible. De esa forma, si el perro es agresivo, siempre podrá huir. Tal vez esperemos a que el gato tome la iniciativa y su miedo al ‘perro grande’ pase poco a poco.
Como con el accesorios y juegos, incluso los espacios destinados a la comida del bebé deben ser diferentes y bien distantes entre sí: quizás a ninguno de los dos le guste compartir la habitación durante la comida. Quizás si al gato le gustan las alturas podríamos poner su cuenco en una estantería o en cualquier caso bien despegado del suelo. Lo mismo ocurre con la caja de arena, colocada lejos de la perrera del perro.
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FC