Carta de un amo a su perro que ya no está: dolor inmenso
Carta de un dueño a su perro que ya no está, un momento conmovedor que deja espacio solo para las emociones
El día de San Valentín acaba de pasar, pero hablar de amor nunca es suficiente. Hoy queremos hablaros de este sentimiento pero no de la forma banal ya veces «comercial» que conocemos. Se trata un tipo diferente de amor, que une a muchas personas en todo el mundo. Es un vínculo auténtico y único, basado en un cariño mutuo que no se desmorona con el tiempo sino que adquiere aún más fuerza que el anterior. Es un vínculo pleno, puro y desinteresado. En Amore a Quattro zampe hemos intentado describirlo, poniéndonos en la piel de los protagonistas, el perro y su dueño.
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Carta de un amo a su perro que ya no está
Una sola mirada fue suficiente para traer de vuelta dentro de mí esa luz que había perdido y que ya no pensaba volver a encontrar. Una alegría de vivir, de saborear cada minuto del día que nació, con más conciencia e ilusión. No pensé que pudiera ser posible pero lo hicieron tan dos hermosos ojos color avellana, cola meneando y un concentrado de ternura. Me refiero a ese cachorro que nunca dejó de mirarme desde nuestro primer encuentro, como si ya supiera que sería parte de mi vida y yo de la suya. A su lado, en muy poco tiempo, todo se había vuelto más simple y menos banal. Un paseo por el parque, o unos muy tiernos abrazos en el sofá, consiguieron imprimir en mi rostro esa sonrisa que tanto esperaba poder volver a mostrar a todas las personas que encontré en mi camino. Una sonrisa que ocultó mis lágrimas, mi tristeza y angustia, todo enterrado por la alegría que mi perrita supo hacerme sentir.
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Su ingenuidad y sinceridad fueron las cualidades que lo hicieron convertirse en un maestro, mi profesor. Por lo general, debería suceder lo contrario, pero pudo invertir los roles entre un maestro y su alumno. Si nuestros caminos no se hubieran cruzado nunca hubiera pensado en vivir una nueva historia de amor. Una historia no como las demás, destinada al fracaso, a perderse, pero de esas verdaderas capaces de durar para siempre.
Sin embargo, es una lástima que amar a menudo también significa aceptar el dolor de la pérdida cuando llega el peor momento. Y ese día, también había llegado para mí. Es difícil, a veces inhumano, tener que aceptar que tu perro envejecerá y tendrás que dejarlo ir. Es como tener una cicatriz que me dolerá cada vez que pienso en ella, porque soy consciente de que seguirá presente en mi cabeza y en mi alma. En sus últimos días cumplí con mi deber: Lo hice feliz. Traté de esconder toda la desesperación que estaba desgarrando mi corazón, manteniéndome cerca de él y llenándolo de caricias. Apreté su pata en mis manos temblorosas, tomé fotos para almacenar recuerdos, así siempre las tengo conmigo cuando tengo ganas de volver a verlo.
En sus últimas horas, le dije que todo estaría bien y traté de tranquilizarlo. Sabía que lo que quería más que cualquier otra cosa era verme sonreír y lo hice a pesar de que era difícil. Se fue así, dejando un vacío que nada ni nadie podrá llenar jamás. Me decían “es solo un perro” pero no sabían que en ese momento no solo estaba perdiendo a un amigo, a un familiar sino mucho más: la parte más hermosa de mí.
bendito Félix;